Vamos a ponernos serios y cultos por un momento (…aunque sea para disimular). Este verano me he enganchado a la obra “Cuarteto para el Fin de los Tiempos” de Olivier Messiaen y quería compartirlo con todos los lectores. Desde luego que la historia de la composición y el estreno de la obra tienen su miga y también, por desgracia, cierto morbo.

Olivier Messiaen nació en Avignon en 1908, estudió órgano y composición en Paris y está considerado de los compositores más interesantes y profundos del siglo XX. El “Cuarteto para el fin de los tiempos” lo compuso en el campo de concentración de Gorlitz, en Silesia, cuando era prisionero de los alemanes, entre los años 1940-42. Se las había ingeniado para disponer de papel pautado y dicha composición le proporcionaba un medio de conservar su bienestar mental durante el encierro.

La inusual instrumentación de la obra fue determinada por los músicos que existían entre sus compañeros de prisión: un violinista, un clarinetista y un violonchelista, este último instrumento con una cuerda de menos. El propio Messiaen se encargaría del piano, aunque no disponía de ninguno. Los alemanes llevaron uno cuando la obra estuvo terminada y estaba completamente desafinado y con teclas que no sonaban.

La obra, que consta de 8 movimientos, se estreno en el propio campo ante 5000 prisioneros de todos los estratos sociales y con un frío atroz. Según dijo posteriormente el propio Messiaen: “Nunca se me ha escuchado con tanta atención y comprensión”.

Os dejo un concierto con el último movimiento que cierra la obra, titulado “Loa a la Inmortalidad de Jesús” y que me parece de una sensibilidad abismal.

Como anécdota, O. Messiaen era un gran conocedor de los cantos de los pájaros y tanto en esta como en otras obras se reconoce la intención de imitar algunos de estos sonidos en sus temas principales.

Un saludo y feliz escucha…