El pasado jueves 7 de mayo los "Masociados" Pedro, Mocoland y yo (ellos mucho mejor acompañados), nos plantamos en el auditorio Víctor Villegas de Murcia para ver la actuación de Antony Hegarty y los Johnsons. Todo apuntaba a que esa noche íbamos a ver algo grande…

Como mínimo tres cuartos de hora antes de empezar ya se podía ver a la gente esperando en la zona de entrada, los “aparcacoches” estaban en su día de suerte haciendo horas extra para poder emparejar a toda la jauría humana que llegábamos con tantas ganas de cortar la larga espera que siempre sigue a la compra de unas entradas.

El espectáculo se abrió con una peculiar actuación de una bailarina, haciendo referencia a la relación del último disco “The crying light” con la naturaleza. Yo creo que a todos nos descolocó un poco aquel comienzo, pero los movimientos de aquel extraño cuerpo agitando los brazos y sus prótesis como si fueran alas bajo esa música tan inquietante consiguió paralizarnos durante unos instantes.

Después de unos minutos la bailarina dejó el escenario y dio paso al concierto, con Antony sentado junto a su piano en el extremo izquierdo del escenario y acompañado por Julia Kent (violonchelo), Todd Cohen (batería), Jeff Langston (bajo), Joan Wasser (violín, voz y percusión), Maxim Moston (violín) y Rob Moose (guitarra y violín). El primer tema no lo conocía, se trataba de “Where is my power”, una cara B del último sencillo “Epilepsy is dancing”.



En las dos horas que duró el concierto (bailarina incluida) pudimos escuchar de todo, casi todas las canciones nuevas, algún que otro single como la indispensable “Fell in love with a dead boy”, viejos temas conocidos de sus dos discos anteriores, comentarios sobres sus canciones y sus inquietudes sobre la vida, incluso nos deleitó con un gazapo con el piano que él mismo reconoció.

Pero la grandeza del concierto creo que estuvo en dos cuestiones, por un lado el hecho de combinar los ritmos pausados y melódicos típicos del grupo como en “Hope there’s someone” con las otras canciones más movidas que seguro provocaría más de un salto entre el público y donde se veía participar y disfrutar a todos los miembros del escenario conjuntamente, como en “Fist full of love”, posiblemente uno de los mejores momentos del concierto.





El segundo aspecto a destacar fue la habilidad con la que retocaron todas y cada una de las canciones, los arreglos eran magistrales y muchas veces ni siquiera permitían reconocer cuál era la canción que estaban empezando a tocar.

Creo que la ovación que se llevaron tanto en los bises como al final demostró que todos los presentes disfrutamos como locos.

Saliendo del recinto podía verse como aquella mesa donde repartían papeleo y vendían singles, estaba ahora llena, hasta la gente que no los conocía había quedado con ganas de comprar algo que les pudiera hacer recordar el espectáculo que acababan de presenciar.

Amigos de lo ajeno, si alguien ha tenido la paciencia de seguir leyendo hasta aquí, decirle que de cualquier otro tema no tengo ni idea, pero de este… menos todavía, así que si a esta banda le da por volver os aconsejo que rompáis la hucha y os vayáis corriendo a comprar las entradas, porque aunque os pille en un mal día y penséis que pocas cosas lo pueden arreglar, ésta es una de ellas.

Gracias Antony and the Johnsons.